top of page

Jueves, 19 de diciembre del 2013

Capítulo 50

South Park, Los Ángeles, 22:30 h

 

–¿Qué haces aquí? –preguntó Felipe nada más abrir la puerta.

–Eso se lo explicaré yo mismo a Ismael –respondió Gustavo.

Cuando intentó entrar, la palma izquierda de Felipe se lo impidió al golpearle el pecho. Aparte, Gustavo vio que Felipe escondía la derecha tras su espalda.

–¿Qué haces aquí?

–¿Ahora eres tú el jefe? Eso se lo explicaré a Ismael.

–No está.

–No hablemos aquí fuera.

Felipe retrocedió tres pasos. Cuando Gustavo entró y cerró la puerta, dos hombres aparecieron tras Felipe. Estaba claro que no le iban a permitir pasar del vestíbulo.

–Explícamelo a mí –dijo Felipe–. Yo se lo contaré a Ismael.

–¿No está aquí?

–¿Qué coño quieres, Gustavo?

–Está bien, está bien. ¿Os ha llamado Vicente?

–Que qué quieres.

Felipe no iba a soltar prenda, así que Gustavo habló:

–Vicente quiere que Ismael vaya a supervisar la entrega. ¿No os ha avisado?

–Espera aquí.

Todos guardamos secretos_(W).jpg

Felipe desapareció en el interior de la casa. Tras varios minutos en los que Gustavo, apoyado sobre la puerta de la calle, escuchó el murmullo de una conversación telefónica, Felipe regresó al vestíbulo. Sus dos gorilas no se habían movido de sus sitios.

–¿Cuántos hombres necesitas? –preguntó Felipe.

–Me basta con mi gente. Esto no ha sido idea mía. Pero Vicente quiere que vaya Ismael.

–Ismael no irá.

–Pues ven tú.

–Yo tampoco iré.

–Allá vosotros, no es mi problema –dijo Gustavo, y realizó varios aspavientos con los hombros–. Ya le explicaréis vosotros a Vicente por qué habéis desobedecido sus órdenes. Yo ya te he avisado, Felipe, que quede claro.

Gustavo agarró el picaporte, pero, antes de accionarlo, escuchó:

–¿Cuántos hombres necesitas?

–Ya te he dicho que...

–Que cuántos necesitas.

Vicente había exigido a Ismael que estuviera presente en la entrega. Esa orden no debía ignorarse.

–A mí me da igual –dijo Gustavo–. Los que tú digas.

–Irán dos de mis hombres contigo.

–Como quieras.

–Dame la dirección y la hora.

–Ahora mismo voy para allá. Ya tengo a mis chicos en sus puestos.

–Entonces, mis hombres te acompañarán ahora.

–Que me sigan.

–Irán en tu coche.

–Pues vámonos ya.

–Necesito algo –dijo Felipe.

Eso le sorprendió a Gustavo.

–¿El qué?

–Otra casa.

–Yo no tengo una inmobiliaria.

–Me servirá la de esta mañana. ¿Está libre?

–Sí –dijo Gustavo, y extrajo unas llaves del bolsillo de su ceñido pantalón y se las entregó al bigotudo–. ¿Te acuerdas de dónde está?

–Sí.

–¿Necesitas algo más, Felipe?

–No.

–Pues dile a tus hombres que nos vamos ya.

–Espera fuera.

Gustavo salió de la casa y entró en su coche. Aprovechó los cinco minutos que esos tres hombres tardaron en aparecer para hacer una llamada de teléfono. Estaba convencido de que en esa casa había alguien más, puesto que no le habían permitido pasar del vestíbulo.

Quizá un niño.

Y así se lo contó a Jake.

Le sobraron tres minutos.

Gustavo, o más bien Álvaro Barnola, había ido más lejos de lo que le había prometido a ese tal Jake Eastwood. No solo creía que había localizado a Mike Williams, sino que también había conseguido sacar de esa casa a tres gorilas.

Ahora, la suerte del chaval estaba en manos de ese tipo.

bottom of page