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La colonización

Capítulo 1

La Tierra, año 2211

–Señora presidenta, ¿doy la orden?

El hombre que había hablado se encontraba en una de las cabeceras de la alargada mesa. De pie, estirado, con uniforme militar y de rostro inexpresivo, había dirigido la pregunta a la mujer que ocupaba la otra cabecera. A ambos lados de la mesa, otras diez personas, con elegantes vestimentas propias de una solemne celebración, esperaban la respuesta. Pero la mujer no contestó ni se trataba de una fiesta.

–Señora, las naves y las tropas están esperando –dijo el militar–. Cada segundo es importante.

En esa sala, la mayoría observaba a la mujer que, con las manos entrelazadas frente a su rostro, parecía absorta en sus pensamientos. Los demás mantenían la vista clavada en sus informes o, más bien, en la preciosa mesa de caoba.

El militar se estaba impacientando. Su trabajo se limitaba a diseñar y ejecutar acciones militares, no a valorar sus consecuencias.

–Señora, el plan depende de la precisión de...

–Ya le he oído.

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La presidente le había interrumpido, pero aún no había aclarado nada. No estaba evaluando su respuesta, puesto que la decisión ya se había acordado en otras reuniones en esa misma sala a lo largo de los últimos meses. Esa gente no veía otra solución que la de provocar una gigantesca tragedia. La autodenominada Autoridad de Salvación no solamente trataba de proteger a sus dirigentes, familiares y amigos, sino de intentar procurar un futuro a la especie humana.

Pero no tenían claro que lo consiguieran de ese modo.

Aun así, se consideraban a sí mismos como las únicas personas de la Tierra con la capacidad y los medios suficientes para intentarlo.

–Señora, por favor, tenemos que...

Y esta vez la presidenta lo interrumpió sin pronunciar una sola palabra. Simplemente se levantó, se frotó la cara con las dos manos durante unos segundos, se estiró los faldones de la chaqueta de su traje y contactó visualmente, uno a uno, con todos los asistentes. Ninguno expresó su oposición, ni con palabras ni con gestos, aunque tampoco mostró su adhesión a la hecatombe que la Autoridad de Salvación iba a desatar en el planeta. Hora era ya de desatarlo, así que la mujer dijo:

–Adelante.

Y entonces el militar susurró una escueta orden a través de su intercomunicador.

Había comenzado, en ese preciso instante, la era del exterminio en la Tierra

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