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Viernes, 28 de diciembre del 2012

Capítulo 57

Casa de los Palma, Riverthree, 9:30 h

​Una fina capa de nieve cubría el suelo como una alfombra, que aumentaba de grosor con los copos que seguían cayendo desde un cielo gris que anunciaba una nevada mayor.

Rossky no apareció a recibirlos cuando aparcaron.

Susan abrió la puerta y se reunieron todos en el salón, de pie alrededor de la mesa. Rossky controló a Jake hasta que se percató del amistoso recibimiento de los Palma. Volvió a tumbarse al lado de la chimenea.

–Dos hombres –invitó Ross a que alguien contara lo sucedido.

–Cuando he abierto… –empezó a hablar Valeria, pero se interrumpió ella misma ante la mirada conminatoria de su madre.

–Susan… –dijo Ross.

–Oí unos aullidos y he salí al porche con Valeria. Un hombre estaba encima de Rossky. Lo tenía inmovilizado con sus rodillas.

Márchate de Riverthree_(W).jpg

El móvil de Ross sonó con una melodía conocida. Ross comprobó que era el Saul Higgins. Pulsó el botón rojo.

–¿Y el otro hombre? –preguntó Ross.

–Permanecía de pie a su lado –prosiguió Susan.

–¿Han entrado en la casa?

–No.

–¿Han intentado entrar?

–No.

–¿Os han amenazado?

David continuaba en silencio.

–Valeria –dijo Susan–, vete a tu habitación un momento.

La niña se marchó despacio pero sin protestar.

–El hombre de pie ha dicho que te avisara.

–¿Qué me avisaras de qué? –preguntó Ross.

–De que habían venido aquí.

–¿Han dicho algo más?

–Sí –contestó Susan–. Que tengo un restaurante muy bonito, una casa muy bonita, un perro muy bonito y una familia muy bonita.

Jake observó cómo se crispaba el rostro de su hermano.

–Dime tú si eso es una amenaza –planteó Susan.

Volvió a sonar la misma melodía. De nuevo, el señor Higgins. Esta vez contestó:

–Señor, Higgins.

–Soy Bill Cartwright.

Bill llamaba por el móvil personal del señor Higgins.

–Dígame, señor Cartwright.

Todos observaron a Ross.

–Mark está en el hospital –dijo Bill con voz temblorosa.

–¿En el hospital?

Transcurrieron unos segundos de tenso silencio.

–Tienes que pararlo –rogó Bill–. Páralo ya.

Y colgó.

Ross guardó su móvil a la vez que se rascaba la mandíbula con la otra mano.

–Mark… Algo le ha pasado a Mark. Está en el hospital; tengo que irme.

Jake encendió la tableta mientras Ross caminaba hacia la puerta. Se volvió antes de salir.

–Quédate aquí –dijo–. Luego te llamo.

En cuanto Jake escuchó el motor del coche, llamó por su teléfono. Los demás escuchaban sus palabras.

–¿Estáis todos?

Varias voces contestaron que sí.

–¿Quiénes nos han seguido?

–Fred A. Cusack –dijo una mujer.

–Karen –dijo Jake–, contravigilancia a Ross ahora. Evacuación en treinta minutos. Una mujer, una niña, un hombre en silla de ruedas y un perro. Yo, a la extracción. Linda y Patrick, contravigilancia.

David y Susan escucharon asombrados las palabras de Jake.

–Dile a Valeria que venga –pidió Jake a Susan mientras organizaba los ficheros de la tableta–. Quiero que veáis unas fotografías.

Valeria apareció sin que a su madre le diera tiempo a llamarla.

–Yo no los he visto –dijo David, y se apartó para dejar espacio–. Estaba en mi habitación.

Susan rodeó con su brazo el hombro de su hija.

–Os enseñaré diez fotos –dijo Jake.– A cada una le asignaré un número. Si reconocéis a alguien, lo memorizáis. No hagáis ningún gesto ni digáis nada. Necesito un reconocimiento fiable. Al terminar, escribiréis en un papel los números memorizados. Luego os enseñaré otras diez fotos. ¿Alguna duda?

Susan y Valeria no salían de su asombro. Y David tampoco.

–Pues adelante –animó Jake.

En menos de cuatro minutos Jake tenía dos papeles con los mismos números escritos en ellos: el 4, John B. Howard, el hombre amenazador; y el 9, una nueva identificación, Casper M. Banks, el que había inmovilizado a Rossky.

Jake alzó su mano izquierda para captar la atención de todos, aunque no hiciera falta, puesto que todos no apartaban la vista de él.

–Recoged algunos efectos personales –ordenó Jake–. Nos vamos.

No osaron rebatir el tono autoritario de Jake; ni siquiera se atrevieron a perder el tiempo pidiendo explicaciones. Ya habría tiempo para eso. Solo Valeria disfrutó con el proceder de Jake recordando el apelativo con el que Brad se refería a él: supersoldado.

Veinte minutos después, el todoterreno conducido por Jake Eastwood se alejó de la casa de los Palma, con Susan, Valeria, David y Rossky en el interior.

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