top of page

Día 10

Domingo, 4 de diciembre del 2016

Capítulo 15

Casa de Lucas, 10:00 h

–¡Eh, Lucas, soy yo, abre la puerta!... Tu madre acaba de salir, me ha dicho que estás en casa... Abre ya, pesado... Sé que me oyes... ¡Lucas, Lucas, Lucas, Lucas...!

–Que sí, que ya abro. ¿Ves?, ya he abierto.

–Hola, Lucas, ¿qué tal?

–¡Anda, pero si es Fran! Mi amigo Fran, el que cumple años hoy. ¡Qué sorpresa, no te esperaba!... Ya no.

–Por eso he venido, para decirte que esta tarde doy una fiesta.

–Ya lo sabía, todo el mundo lo sabía. Menos yo. Pues hala, ya lo sé. Pírate.

–Venga, Lucas, no seas así.

–¿Que no sea así?... ¿Y cómo es así?

–Así, enfadado.

–¿Con quién, contigo? No, amigo, ¿por qué iba a estar enfadado contigo? ¿Por no invitarme a tu fiesta de cumpleaños? Siempre me habías invitado a las otras. A la de catorce, a la de trece, a la de doce, a la de once, a la de...

–Sí, a todas. Y también a esta, a la de quince.

–¡Oh, qué gran honor! Estoy emocionado. ¡Fran me invita a su fiesta!

–No te rayes, Lucas.

–¿Qué no me raye? ¿Tú estás tonto, chavalote? ¿Invitas a Alex y a mí no?

No te cortes_(W).jpg

–Oye, que te estoy invitando.

–Ya, pero ahora. Y le dijiste a Alex que no querías que yo fuera a tu fiesta. Y para colmo sí invitas a Eva. ¡Pero si la conocemos desde hace unos meses! Y nosotros, dime, Fran, ¿desde cuándo nos conocemos?

–Desde pequeños, ya lo sabes.

–¿Y dices que no me raye?... Tú estás tonto, chavalote.

–Hice mal, Lucas, lo reconozco. Anda, perdóname.

–No.

–Venga, no te lo tomes así. Perdóname, por favor.

–Lo llevas claro.

–Oye, Lucas, no es una excusa, pero tenía motivos para no invitarte.

–¿Tenías... motivos? ¿Y cuáles son esos... motivos?

–Bueno..., no lo sé.

–A ver si te aclaras, porque acabas de decir que tenías motivos. No te pillo, Fran, de verdad que últimamente no te pillo ni una.

–El caso es que sí que los tenía. No quería que tú supieras algo.

–¿Algo?

–Sí, algo.

–Y ese algo... ¿ya no te importa que lo sepa?

–Después de lo de ayer en la bolera, no.

–¿Después de que destrozaras una bola con tus manos?

–Con una mano.

–Con la derecha.

–Sí.

–¿Con esa que tienes ahí? ¿La que ayer sangraba y ahora está perfecta?

–Sí.

–Olé, perfecta.

–Ya.

–Supongo que la bola estaba medio rota, ¿no?

–No.

–Entonces, ¿la rompiste tú?

–Sí.

–¿Con tu manita derecha?

–Sí.

–¿Aposta?

–No, aposta no. Apreté y se rompió.

–Apretaste y se rompió... ¡Ja, es para mondarse de risa! Eso no te lo crees ni tú, chavalote.

–La verdad es que me cuesta creerlo, pero eso es lo que pasó.

–Vale, me lo creo.

–Haces bien.

–Pues vaya pasada.

–Sí.

–¿Y por eso me invitas a tu fiesta? ¿Porque quieres contarlo? ¿Allí en tu casa, delante de todo el mundo?

–Delante de mis invitados, no de todo el mundo.

–¿Y por qué no me lo cuentas a mí ahora mismito?

–Porque hay más.

–Hay más... ¿Qué significa hay más?

–Que hay más cosas que contar.

–¡Flipante!... Estoy alucinando con lo de la bolera desde ayer, ¿y ahora me dices que hay más?

–Sí, hay más, y deja de quejarte, que yo llevo alucinado muchos días.

–Muchos días. ¿Cuantos?

–Más de una semana.

–A ver si lo pillo. Dices que en la fiesta nos vas a contar más cosas. ¿Cosas raras como la de la bolera?

–Parecidas.

–Pues estoy deseando escucharlas.

–Pues ya sabes, esta tarde a las cinco en mi casa. ¿Vendrás?

–No digo que vaya a ir, pero solamente iría para oír el rollo ese que vas a contar.

–Vale, ven por lo que quieras.

–Me lo pensaré.

–¡Mira que eres pesado, Lucas! ¿Vas a venir o no?

–¿A qué hora?

–A las cinco.

–Vale, matao, a las cinco.

–¿Matao, me has vuelto a llamar matao?

–Sí, ¿qué pasa?

–¿Sabes una cosa, Lucas?

–Dispara.

–Que a partir de mañana no volverás a llamarme matao.

–Lo dudo, pero eso será a partir de mañana. Hoy sigues siendo un matao, matao.

–A las cinco, no te olvides.

–No te mereces a un amigo tan molón como yo, pero iré.

–Gracias, Lucas, eres un amigo supermolón.

–Ya lo sé, matao.

–Me piro, adiós.

–Adiós, matao. Matao, matao, matao...

bottom of page