top of page

Domingo, 17 de noviembre del 2013

Capítulo 27

Hotel, Miami, 22:30 h

Jake encendió sus dos móviles.

Primero, consultó el público, el que conocía alguna gente. Nada.

Después, el otro, el número que solo había dado a un puñado de personas, el de emergencias, el que utilizaba para contactar sin que quedara rastro. Tenía varias llamadas de Ross; sin embargo, la más preocupante era la otra.

La de Linda.

Si ella le había llamado, pasaba algo grave.

Melinda percibió un drástico cambio en el semblante de Jake.

–¿A ti también te ha llamado Ross?

–Sí.

–¿Una vez?

–Seis.

–¡Oh, Jake! Algo malo ha pasado, seguro.

Ya estamos hartos_(W).jpg

Desde luego, pensó Jake, pero no solo por las seis llamadas de Ross, sino por la otra. Y en pocos días, casi la vez. No eran coincidencias.

Jake devolvió la llamada a Linda.

–Hola, Jake.

–¿Es grave?

–Sí.

–Adelante.

–Te paso a Ross, que te lo explique él.

El camarero dejó los primeros platos sobre la mesa.

–Hola, Jake –saludó Ross.

–Dime.

–Hace unos días, Roberto Matheson...

–Para –dijo Jake.

Roberto Matheson.

Y Jake ordenó:

–Solo una frase, Ross, solo una frase.

Sin rodeos.

A medida que pronunciaba las palabras, Ross iba sintiendo una gran quemazón.

–Declan ha amenazado con matarnos a nosotros y a todos nuestros amigos.

Solo una.

Una frase demoledora.

–Voy para allá­ –dijo Jake–. Pásame a Linda.

–Jake, estoy intentando...

–Ross, pásame a Linda.

Linda cogió el móvil.

Hablaron durante unos minutos.

Y colgaron.

Jake guardó los móviles en la chaqueta y miró a Melinda. Y dijo:

–Me voy a Riverthree. Tú te quedas aquí.

–De eso nada, yo me voy contigo.

–Todos mis amigos en Riverthree corren peligro.

–Me da igual que...

–Melinda, te lo voy a repetir –interrumpió Jake, con suavidad–. Me voy a Riverthree y tú te vas a quedar aquí hasta que yo te lo diga. No solo tres días, los que hagan falta. Esto no es negociable.

En ese momento, ese muchacho jovial y de pocas palabras se había convertido en un hombre muy diferente. Melinda había comprobado una transformación similar cuando los hermanos Eastwood revelaron a Susan y a ella que partían para México para resolver un asunto. Para encontrar a uno de los asesinos de Steve y George Eastwood.

Ese no era el momento de pedir explicaciones; sin embargo, Melinda intuía un problema parecido.

Ese hombre salía de caza.

Otra vez.

A Riverthree.

Melinda alargó las manos hasta posarlas sobre las de Jake. Entrelazaron los dedos.

–Llámame todos los días –le dijo Melinda, con un tono de ligera súplica.

–Te llamaré si puedo.

–Me llamarás todos los días –cambió el ruego por una orden.

La sopa de pescado ya no humeaba sobre los platos.

–Vamos a reservar los vuelos ahora mismo –dijo Melinda–. Cenaremos más tarde.

Y eso fue lo que hicieron.

Un avión dejaría a Jake en Riverthree sobre las cuatro de la tarde.

No había forma de llegar antes.

bottom of page